DEJANDO DE LADO el asunto de la existencia de Dios para un futuro volumen, nos limitaremos a estipular que de «alguna» forma los organismos auto-replicadores aparecieron en este planeta e inmediatamente intentaron eliminarse los unos a los otros, ya fuese ocupando todo el espacio disponible con copias aproximadas de ellos mismos o por medios más directos que no precisan mayores explicaciones. La mayoría falló, y su legado genético desapareció para siempre del universo, pero algunos encontraron la forma de sobrevivir y propagarse. Después de unos tres mil millones de años de una fuga estrafalaria y a menudo tediosa de carnalidad y carnicería, nació Godfrey Waterhouse IV, en Murdo, Dakota del Sur, hijo de Blanche, esposa de un predicador congregacionalista llamado Bunyan Waterhouse. Como cualquier otra criatura sobre la faz de la Tierra, Godfrey era, por derecho de nacimiento, un magnífico cabrón, aunque en el sentido técnico y restringido de que podía remontar su ascendencia a través de una larga línea de magníficos cabrones ligeramente menos evolucionados hasta el primer artefacto auto-replicador… el cual, dado el número y variedad de sus descendientes, podría justificadamente describirse como el mayor de los magníficos cabrones de todos los tiempos. Todos y todo lo que no fuese un magnífico cabrón estaba muerto. Neal Stephenson, Criptonomicón.